La moda también tiene su peso en las farmacias. Muchos de los fármacos que en los años 80 se consideraban imprescindibles en el botiquín familiar han desaparecido o simplemente han pasado al olvido debido al empuje de la competencia. Nuevos preparados, más potentes o de más fácil utilización, van desplazado a las primeras marcas y haciéndose un hueco que, posiblemente, dentro de diez años, también tengan que dejar. Las nuevas generaciones, incluso las de fármacos, llegan pisando los talones.
Antibióticos sin receta
Uno de los mayores cambios que ha vivido la farmacia es el referente a la dispensación de antibióticos, que hasta entonces se vendían sin receta. Su aparición, a mediados de siglo XX fue la bomba. Personas que se iban a morir, de pronto se salvaban gracias a estos nuevos medicamentos. Su uso abusivo, sin control alguno, por parte de los profesionales sanitarios, de los usuarios -y también de la industria- favoreció la aparición de resistencias, que amenazaron con inutilizar una de las principales armas terapéuticas con que cuenta hoy la Humanidad. En los países occidentales es ya imposible adquirirlos sin prescripción médica.
Aspirina infantil
Las había efervescentes con sabor a naranja, también otras menos sofisticadas, y eran mano de santo con los niños, porque en aquella época no existían como hoy el Dalsy, ni el Apiretal, ni todos sus familiares, genéricos y de marca. Su caída y desaparición no se debió, sin embargo, al florecimiento de nuevos competidores, sino a la ciencia. Una investigación demostró la relación entre la aspirina infantil y el
síndrome de Reye. De origen desconocido, esta enfermedad está ligada a procesos febriles, gripe y varicela. Se presenta con síntomas como vómitos, somnolencia y pérdidas de la consciencia y aunque es extremadamente rara, acabó con el reinado de la aspirina infantil. La industria se ocupó de llenar su hueco con abundantes analgésicos aptos para críos.
Azol
La de los polvos de Azol es una historia relacionada con la Segunda Guerra Mundial, aunque en realidad comenzó antes. Anteriores a los antiobióticos, aparecieron en el mercado en los años 40 del siglo pasado, tras el descubrimiento de la penicilina. Se espolvoreaban sobre la herida, "con el riesgo que algo así conlleva de crear un cuerpo extraño" y tenían una eficacia muy limitada. El ejército nazi los probó con prisioneros de los campos de concentración, a los que les rompían los huesos para comprobar cómo los polvos de Azol les recuperaban de las lesiones. En realidad, no pasaba nada de eso. Los soldados americanos, a diferencia de los alemanes, disponían ya para entonces de antibióticos, que les permitían recuperarse rápidamente de las heridas de guerra. Sigue comercializándose, aunque "no tienen indicación alguna".
Filvit champú
Si hay un anuncio de producto farmacéutico que permanece en la memoria de los telespectadores es el de Filvit champú, contra los piojos. A más de uno le habrá venido a la memoria la cancioncilla del jingle sólo con haberlo leído. El Filvit original contenía un insecticida potente, aunque arriesgado, "que está bastante en desuso como pediculicida. Contenía fósforo, que produce toxicidad cuando se usa de forma excesiva. Con posterioridad, alguien descubrió que los aceites de silicona crean una película que envuelve a piojos y liendres y los mata por asfixia. Fue el fin de las fórmulas tradicionales, aunque aún los románticos pueden adquirir en las farmacias una forma de la conocida marca de los ochenta llamada Filvit P. Se llama así porque contiene permetrina, que no es tóxico para los mamíferos y sí para peces e insectos.
Optalidón
Desaparecido en combate, en su forma original, el optalidón fue protagonista indiscutible de la farmacia de los ochenta, el gran divo. Tuvo un éxito social bestial y se utilizaba contra los dolores de cabeza, cefaleas y dolor menstrual. Era tomarlo y se pasaban todas las penas. Tenía un problema: su composición contenía un barbitúrico (butalvital), lo que significa que generaba adicción. Los pacientes sentían placer al tomarlo y cuando les faltaba síndrome de abstinencia, porque se convertían en adictos. Llegó incluso a utilizarse como droga de abuso. El laboratorio que lo fabricaba se vio obligado a cambiar su formulación y su estrella se apagó. Al convertirse en un "primo de la aspirin", algo parecido al paracetamol, dejó de interesar.
Parches Sor Virginia
Realmente existieron, no son una leyenda urbana, y, además, con muchísima demanda. Contenían una sustancia irritante que hacía que la piel se enrojeciera, es decir que llegase mucha sangre al lugar donde se colocaban; y así calmaban el dolor. Aún pueden adquirirse en farmacias, aunque su demanda es muy limitada, prácticamente nula. Por cierto, el ingrediente secreto de su composición era el capsicum. Dicho en castellano, pimiento picante, que tiene un componente activo llamado capsaicina, que inhibe la transmisión del dolor.
Actividad:
¿Qué medicación de la descrita ya no se usa y por qué?
Fuente: Fermín Apeztegua. "El Correo"