Las sensaciones humanas son muy engañosas. Con el planteamiento y ejercicios de este recurso, se puede discutir en clase sobre superstición y pseudociencia, trabajar argumentos que distingan entre verdades y mentiras de numerosos actos de la vida cotidiana. Se presentan ejercicios y experimentos para probar si, por ejemplo, funcionan las pulseras milagrosas, o qué engaños evitar con suspicacia y aplicando rigurosamente la metodología experimental.
¿Tienes muchas supersticiones? ¿Sueles creerte lo que te cuentan? ¿Y tus amigos? Antes de seguir leyendo, intenta pensar algunas de las supersticiones de las personas que conoces, de los deportistas famosos, de tu familia, de tus amigos, etc.
Hay personas que llevan pulseras milagrosas y dicen que les sirven para mejorar el equilibrio; otros siempre tienen que ir al partido con las medias verdes, o rojas, porque dicen que les dan buena suerte. También hay personas que toman pastillas que no están homologadas como medicinas, pero dicen que a ellos les funcionan y les hacen sentirse mejor.
¿Qué piensas de todo esto? Discútelo con tu profesor y tus compañeros. ¿Cómo puedes saber qué es verdad y qué no?
Muchos de los experimentos que realizamos en nuestro laboratorio de psicología experimental intentan conocer mejor los procesos cognitivos responsables de la superstición, para descubrir qué factores influyen en ella, qué variables la favorecen y cuáles reducen el desarrollo de las supersticiones. En los primeros experimentos que hicimos hace unos años, con estudiantes universitarios, los estímulos que usábamos eran unos pitidos desagradables que emitía un ordenador y que el usuario debía tratar de apagar. Sin embargo, estaba programado de antemano que se apagaran según una determinada secuencia. Como estaban tratando de apagar los pitidos, los participantes en el experimento nunca se quedaban quietos, siempre tecleaban algo, fuera lo que fuera. La cuestión crucial es que hacían siempre algo. Y como los pitidos estaban programados para apagarse solos, la coincidencia era inevitable. La finalización del pitido coincidía siempre con algo que los usuarios acababan de teclear… ¡Y acababan creyendo que lo habían apagado ellos! Es como el que va al partido con medias verdes y luego cree que el éxito es debido a las medias que se ha puesto ese día. O como el que cree que porque hoy no le duele la espalda eso significa que las hierbas que tomó ayer han funcionado. Así es como se generan normalmente las supersticiones, y luego muchas de ellas se van transmitiendo verbalmente de unas personas a otras. ¿Reconoces ahora más supersticiones entre tus amistades?
«¡A mí me funciona!». Ese es siempre el argumento estrella de los supersticiosos, tanto en los experimentos que hacemos en el laboratorio, como en la calle. ¿Te has fijado que la gente que cree en la homeopatía, o en los horóscopos, o en las pulseras milagrosas, lo que dice siempre es «¡A mí me funciona!”»?
Pero aunque parezca que funciona, eso no significa que sea cierto: las sensaciones humanas son muy engañosas. Además de parecer que funciona, tiene que funcionar de verdad. A los voluntarios de nuestros experimentos, también les parecía que lo que ellos tecleaban estaba funcionando para apagar el sonido, pero no era verdad, porque el sonido se apagaba solo, estaba programado de antemano. Ellos no lo sabían y les parecía que funcionaba. Eso nos pasa a todos. En el siguiente ensayo volvían a teclear lo mismo cuando el ordenador pitaba… Y, a menudo, volvía a coincidir, reforzando más aún la creencia en la eficacia de la respuesta (supersticiosa) que estaban desarrollando. Si en alguna ocasión no acababa de coincidir del todo bien, tampoco era excesivamente grave, pues a menudo volvían a teclear, pensando que se habían confundido, y entonces había una nueva oportunidad para la coincidencia. El problema es que casi nunca probaban qué ocurría si no hacían nada, y esto, al final, es la cuestión crucial. Si no nos atrevemos a probar, jamás podremos saber. Acuérdate de esto.
Por eso es muy importante probar qué pasa cuando no hacemos nada, porque si el resultado es el mismo cuando tecleamos algo (o tomamos las hierbas) que cuando no tecleamos nada (o no tomamos las hierbas), entonces es evidente que dicho resultado no depende de lo que estemos haciendo. Probar qué pasa cuando no hacemos nada es la única forma que tenemos para poder estar seguros de si el resultado depende de lo que nosotros hacemos o no.
De la misma forma funcionan también las pseudociencias, esos negocios que a menudo intentan hacerse pasar por científicos pero que realmente son un timo. Imagínate que a un amigo tuyo le duele a menudo la cabeza y en la farmacia le recomiendan unas pastillas de homeopatía que van muy bien: Según el farmacéutico, de cada 10 personas que las toman, 7 se encuentran mejor el día siguiente. ¿Qué le dirías a tu amigo? ¿Qué debería preguntar al farmacéutico? ¿Es suficiente con saber que de 10 personas que lo prueban, 7 se encuentran mejor? ¿Y si resulta que buscamos a 10 personas a las que les duele le cabeza, pero les damos pastillas falsas (por ejemplo de sacarina) y también se les pasa el dolor a 7 de ellas después de 24 horas? En ese caso queda muy claro que la homeopatía no sirve para nada, es un timo. El vendedor debería estar obligado a dar toda esta información a tu amigo; porque si no, le está engañando.
Figura 1. Comparación entre ciencia y pseudociencia.
Fuente: La Ciencia por Gusto
Ellos dicen que no importa, que si hay gente que cree que la medicina alternativa, o las pulseras milagrosas, o cualquier otra terapia no homologada le va bien y quiere comprarla, entonces hay que vendérsela. Pero tú, acostúmbrate a exigir siempre que te den toda la información para que no puedan engañarte. Si un producto no está homologado como medicina, probablemente sea porque el efecto que produce es el mismo que el que producen las medicinas falsas, o sea, los placebos. Es decir, se trataría de un efecto que funciona solo por sugestión, en casos muy concretos y durante poco tiempo (solo mientras dura el engaño). Podría ser muy peligroso si lo que tenemos es grave y decidimos, por nuestra cuenta y riesgo, tomar un placebo o seguir una terapia alternativa, en vez de ir al médico o al hospital. Ha muerto gente así.
¿Y cómo te las arreglarías si fueras un científico que quiere saber si una medicina funciona de verdad o es solo sugestión? Necesitarías por lo menos dos grupos de voluntarios. A un grupo le tendrías que administrar el medicamento (es el grupo experimental) y al otro el falso (es el grupo de control). Luego sería cuestión de comprobar si funciona mejor el medicamento del grupo experimental o si funcionan los dos igual. Esto forma parte del método científico, así de sencillo. Si aplicas bien estos trucos, a diario comprobarás que resultará mucho más difícil que te engañen a partir de ahora (pero no imposible, ¡cuidado!). Intenta practicarlo
a menudo para que no se te olvide.
|
0 comentarios:
Publicar un comentario